martes, 24 de enero de 2012

PERIÓDICO EL TIEMPO

CENIZAS ESCÉNICAS DEL 2011. Por:sandroromerorey

Bueno, antes de que se acabe el 2012 y evitando la miradera del reloj por no haber escrito el balance del 2011, salgamos del asunto. Aunque, para ser sinceros, no le encuentro mucha gracia a estas peligrosas listas con lo mejor y lo peor del año, ya que terminan siendo descalificatorias, oportunistas, pretenciosas y, en el fondo, muy peligrosas. Porque se acostumbran a tomar el todo por las partes y los lectores acelerados sacarán conclusiones sobre algo que, en la mayoría de los casos, nunca han visto. De todas formas, aventurémonos con el juego. Me perdonarán los que no he citado, porque simplemente se me pasaron o decidí evitarlos para que no me quitaran el saludo. No voy a hablar, ni por asomo, de lo que no me ha gustado, porque soy muy cobarde, en Colombia la gente cada vez es más sensible y no quiero morir abaleado en una esquina, tan sólo porque dije que la obra X era lenta o la obra Y era una vergüenza o la obra Z estaba mal iluminada. Esa no es mi función y los cobardes sólo hablamos de lo que nos alegra el espíritu. No perdamos más tiempo.

En primer término, comencemos refiriéndonos (¿Por qué me habrá dado por hablar en plural? ¿Será que nos vamos a dedicar a la política? ¡Que Dios nos coja confesados!) los 20 años de Umbral Teatro, el grupo de Carolina Vivas e Ignacio Rodríguez, antiguos actores del Teatro La Candelaria. Vale la pena resaltar las temporadas que hicieron con sus obras de repertorio, tanto en el teatro citado, como en el espacio alterno del Teatro Santo Domingo. Era interesante ver, entre otras, las distintas temporadas de lo mejor del teatro colombiano en dicho escenario. Allí se destacó la primera producción del Teatro Mayor: nada más ni nada menos que la polémica versión de “El público” y de “Comedia sin título” de Federico García Lorca, bajo la dirección de nuestro compatriota Pawel Nowicki. De igual forma, fue muy emocionante ver las lecturas de las obras “Diálogo del rebusque” y “Guadalupe: años sin cuenta” del Teatro La Candelaria, celebrando sus 45 años de existencia ininterrumpida. Un delicioso viaje al pasado. O, como me dijo la directora e investigadora Liliana Alzate, “nuestro revivamos nuestra historia”. De igual forma, el grupo de Santiago García presentó allí los montajes de “El Quijote” y “A manteles”, que se veían resplandecientes, fuera de su sede tradicional del centro de Bogotá. Hubo muchas otras obras colombianas en el Teatro Santo Domingo, pero destacaría, para cerrar este bloque, la versión del “Ubú rey” de Alfred Jarry, rebautizada como “Ubú virrey”, coproducción colombo-chilena bajo la dirección del codirector de la Libelula dorada, Iván Darío Álvarez.

De otro lado, debo confesar que me interesan mucho las versiones en cine o video de los espectáculos escénicos. Primero, porque es una forma de viajar cuando se es pobre o perezoso. Y segundo, porque me gusta descubrir de qué manera se puede traducir lo intraducible. Es decir, cómo mostrar a través de la proyección lo que ha sido concebido para la efímera eternidad de un escenario. En esta colección del 2011, destaco las transmisiones de Cine Colombia de las óperas del MET de New York. En especial, como soy tan contemporáneo, me encantó ver el “Nixon en China”, bajo la dirección del extraterrestre Peter Sellars (y “Don Giovanni” y “Siegfried” y “Satyagraha” y “Rodelinda” y “Fausto”…) No puedo evitar citar la película “Pina” de Wim Wenders, sobre la desaparecida Pina Bausch, que pude ver, en su versión 3D en Buenos Aires. Sé que la presentaron, en limitadas proyecciones en Bogotá y que ya se anuncia para su exhibición comercial. Aunque no creo que la exhiban, para serles muy sinceros, en nuestra patria, porque aquí se programa siempre nivelando por lo bajo. Amanecerá y veremos. Finalmente, destacaría la única proyección que se hizo del concierto de los Rolling Stones del tour 1978, el cual se estrenó en todas las pantallas del mundo y en Colombia se hizo en una sola noche irrepetible. La máquina del tiempo, que tanto nos ayuda a la engañosa felicidad.

La danza tuvo dos festivales importantísimos: el Festival Impulsos, a comienzo del año y el IV Festival “Danza en la ciudad”, cuando el 2011 declinaba. Gracias a estos encuentros, pudimos ver al grupo L’explose o la Carmina Burana (donde se destacaba la puesta en escena de Juan Carlos Agudelo, la coreografía de Jairo Lastre y la dirección musical de Luis Díaz), producida por el recién nacido Instituto Distrital de las Artes. Para completar la lista, creo que no nos podemos olvidar de la presencia del muy original Granhoj Dans de Dinamarca, así como el memorable regreso del coreógrafo belga Jan Fabre, que colaboró con el tratamiento de nuestro miedo a la oscuridad con su espectáculo presentado en La Casa del Teatro Nacional. Creo que la visita de Jan Fabre, en materia de espectáculos internacionales en vivo, debe sumarse a la visita triunfal del Odin Teatret a Bogotá y Cali, con toda su colección de obras teatrales, conferencias y talleres. Nunca nos cansaremos de valorar la existencia de Eugenio Barba y su elenco de actores extraterrestres. Con ellos, debemos destacar la presencia de John Malkovich en el escenario principal del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, con la obra “Comedia infernal”, escrita y dirigida por Michael Sturminger. El Teatro Santo Domingo, por lo demás, ha puesto un nivel muy alto en cuanto a su programación de espectáculos y no puedo extenderme demasiado con su parrilla de altísima calidad, pero debería subrayar, para cerrar este bloque, las presentaciones del Grupo Corpo de Brasil, así como la Misa de Mozart interpretada por el Nederlands Dans Theater.

Las obras de teatro de la cartelera diaria bogotana del año 2011 fue muy variada, pero quisiera destacar el regreso del actor Sergio Gómez con su monólogo “La ley del rifle”, bajo la dirección de Fernando Rojas; la versión de “El rinoceronte” de Ionesco presentada en La Casa del Teatro Nacional, bajo la dirección de Isabelle Matter; los trabajos de la maestría de la Universidad Nacional de Colombia; los espectáculos del teatro ecuatoriano presentados en ocasión de la Feria del Libro; el hermoso unipersonal de la actriz colombo/española Carolina Mejía titulado “Entre el Cauca y la carretera”; la divertida “Como quieres que te quiera” del grupo La Maldita Vanidad; las nuevas producciones de Casa Ensamble (mi favorita: SantAdicción dirigida por Manolo Orjuela y la deliciosa “Martini Blues” del grupo L’Explose, con dirección de arte de Laura Villegas), el regreso de “La siempreviva” (fuera de su tradicional locación en el Barrio La Candelaria) y el estreno de la nueva obra de Víctor Viviescas titulada pomposamente “Yellow taxi o la esquina o cómo murieron los futbolistas que mataron a Karim”. De igual forma, hay que destacar el espectáculo de clausura del Mundial Juvenil de Fútbol, con el que el Festival Iberoamericano de Teatro logró sacar el balón del estadio. Para cerrar este bloque, no puedo dejar pasar por alto la continua labor que adelanta Patricia Ariza al frente de la Corporación Colombiana de Teatro, con trabajos como “Manuela no viene esta noche” o el efectivo re-montaje de la citada “Guadalupe: años sin cuenta” del grupo Rapsoda, así como los performances y las acciones artísticas, entre las que se destaca la “Pasarela” con 45 mujeres en escena, entre ellas, muchas víctimas de la guerra, en busca de las llaves de la paz. Y si vamos a hablar de Rapsoda, tengo que hacerle un guiño desde la distancia a la actriz y ahora directora Gina Jaimes quien tomó mi texto “Una actriz se prepara” como pretexto para sus propias reflexiones artísticas.

A todas luces, el gran triunfo editorial del teatro colombiano se lo debemos a Marina Lamus, con sus dos estupendos volúmenes (“Geografías del teatro de América Latina” de Luna Libros y el hermosísimo “Teatro Siglo XIX Compañías Nacionales y Viajeras” de la Serie Calas Históricas de Tragaluz Editores). Es importante destacar, por supuesto, la permanencia de las revistas (en especial, la revista “Teatros”) y publicaciones de dramaturgia, como la del Programa de Artes Escénicas de la Facultad de Artes-ASAB y la citada Editorial Tragaluz de Medellín. Valoro a su vez la resurrección de espacios consagrados a las artes contemporáneas como el Teatro Odeón, antigua sede del Teatro Popular de Bogotá, donde comienzan a gestarse acciones para el futuro que ya se avecinan como muestras del presente.

En Medellín se estrenaron obras que continuarán en el 2012 (“Pasajero a Betania” del Teatro El Trueque, “Las danzas privadas de Jorge Holguín” del Teatro Matacandelas, la versión de “A puerta cerrada” de Sartre rebautizada “Entre muros” por Fractal Teatro, “Medea” de Hora 25, “Pura carreta” del Colectivo Teatral In fusión, “Iván el tonto” de Vivapalabra…), así como en Cali (la trilogía “Calima: historias del vapor” y la muy recomendada “Égloga de Plácido y Vitoriano” de don Juan del Encina que tuvo una exitosa gira de verano por distintas ciudades y pueblos de España, emulando La Barraca de García Lorca, ambas realizadas por Alejandro González Puche y Ma Zhenhong; el TEC presentó “Tierradentro”, con textos de Enrique Buenaventura y, para cerrar la lista, destacamos “El dictador de Copenhague” de Martha Márquez, los estrenos del Teatro La Máscara y Esquina Latina, así como los Festivales que aglutinan lo más importante de la programación local).

No puedo cerrar esta lista sin rock: debo destacar la memorable visita de Tricky a Bogotá, la “invasión argentina” materializada en el concierto de Kevin Johansen y los recitales de Pablo Dacal. Lástima que, si vamos a hablar de rock, tenemos que citar la visita del gran David Byrne, ya no como cantante de la legendaria Talking Heads, sino como autor de su libro “Diarios de bicicleta”. Y en el rock, por supuesto, hubo visitas, pero también hubo partidas como la de Amy Winehouse, de cuya muerte sólo nos hemos podido reponer parcialmente, gracias a su álbum póstumo titulado “Lioness”. ¡Ah, la poderosa muerte! Para el teatro colombiano el asunto fue sensiblemente dramático, con la desaparición de dos grandes de nuestra escena contemporánea: la del actor, director y dramaturgo Fernando Peñuela, miembro fundamental del Teatro La Candelaria y la de Eddy Armando, el 31 de diciembre, pilar del Teatro La Mama de Bogotá.

El 2012 es un año bisiesto. Dicen los que saben que en los años bisiestos se multiplican las catástrofes. De igual forma, alguien desempolvó una leyenda maya para decir que el mundo se acabará por estos días. Yo no sé si el mundo se va a acabar o no. Lo que sí sé es que el teatro colombiano está en un período de transformación profunda. Esperemos que este año se acabe el mundo (si es que ya no se acabó hace rato) tal como lo conocimos y comience otro donde la tragedia sólo sea un género para llorar en los escenarios. O para escribir sobre ella.

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