ARTE*
por
George Bernard Shaw
(1856 –1950)
En el plano
más alto de la representación teatral no se actúa, se es.
En escena,
toda repetición es fatal. El autor cree que el verdadero nervio de la obra es
la repetición; pero no sabe que toda repetición debe ser una variación y una
sorpresa.
Hay una
enfermedad que con el transcurso de los años acaba por afectar tanto a los
hombres como a las obras teatrales. En los hombres se llama chochear; en las
obras teatrales, quedar anticuadas. Cuanto más de actualidad sea la obra, más
anticuada queda.
He señalado
una y otra vez que el teatro va adquiriendo en Inglaterra tal influencia que la
conducta privada, la religión, la ley, la ciencia, la política y la moral se
van se van volviendo cada vez más teatrales mientras el teatro sigue
impermeable al sentido común, a la religión, a la ciencia, a la política y a la
moral. Por eso es por lo que lucho contra el teatro, no con folletos, sermones
y tratados, sino con obras; y veo que el método dramático es tan eficaz que no
tengo duda de que al fin persuadiré hasta a Londres para que lleve su
conciencia y su sesera consigo cuando va al teatro, en vez de dejárselos en
casa con el libro de oraciones, como hace ahora.
Las
personas que sacrifican todas las demás consideraciones al amor, son en el
escenario, tan poco heroicas como los dementes o los borrachos.
El alfa y
el omega del estilo es la efectividad de la afirmación. Quien no tiene nada que
aseverar no tiene estilo ni puede tenerlo; quien tiene algo que aseverar irá en
el vigor del estilo hasta donde se lo permitan su importancia y su convicción.
Aunque se refute la aserción después, el estilo quedará. Todas las aserciones
se refutan tarde o temprano, y por eso nos encontramos con el mundo lleno de
magníficos fósiles artísticos, privados ya de la credulidad que inspiraban automáticamente, pero con una
forma todavía espléndida.
Ramsden
cree en las bellas artes con la seriedad del hombre que no entiende de ellas.
En realidad
un autor muy conocido es una positiva desventaja, ya que todos los dramaturgos
ingleses están rancios antes de haber alcanzado la notoriedad.
Cuando se
escribe sobre gente que vive hay que ser muy prudente, pues aunque el vituperio
más violento goza del privilegio de que sea considerado como un “vulgar
insulto”, una observación muy suave y bien intencionada puede traer la
implicación, legal o comercial, de que es difamatoria.
La crítica
no es sólo una medicina saludable; tiene un positivo atractivo popular en su
crueldad, en lo que tiene de gladiadora, en la satisfacción que la envidia encuentra
en sus ataques a los grandes y que el entusiasmo encuentra en sus elogios.
Sin duda,
todas las obras que tratan sinceramente de la humanidad deben herir la
monstruosa vanidad que la ficción romántica se ocupa en halagar.
Afirmo que
el verdadero secreto del cinismo y de la falta de humanidad de que me acusan
los críticos más superficiales está en el comportamiento inesperado de mis
personajes en cuanto seres humanos, en vez de adaptarse a la romántica lógica
de la escena.
Prohibir la
representación de una obra es proteger el mal que revela y, teniendo eso en
cuenta, no veo ninguna razón para suponer que los que abogan por la prohibición
son unos moralistas desinteresados.
Un actor,
un pintor, un compositor, un escritor podrá ser todo lo egoísta que quiera, sin
que se lo reproche el público, con tal que su arte sea magnífico.
Uno puede
encontrar obscenidad en cualquier libro, con excepción de la guía telefónica.
*SHAW,
George Bernard. Ironías y Verdades,
Argentina, longseller. 2001.
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