miércoles, 4 de abril de 2012


VII.

La armonía y el orden en el trabajo de cada actor son condiciones esenciales sin las que un acto creativo no puede efectuarse. Aquí exigimos la consistencia. La exigimos de los actores que viven el teatro conscientemente para probarse en algo extremo, para entablar una especie de desafío que exige una respuesta total de cada uno de nosotros. Vienen a probarse en algo muy definitivo que va más allá del significado del “teatro” y que es más bien un acto de vida y un camino de existencia. Esta descripción puede parecer vaga. Si tratamos de explicarla teóricamente podremos decir que el teatro y la actuación son para nosotros una especie de vehículo que nos permite emerger fuera de nosotros mismos, una manera de realizarnos. Podemos seguir con esto durante largo tiempo; sin embargo, cualquiera que permanece entre nosotros después del período de prueba sabe perfectamente que hablamos de algo que puede comprenderse menos con palabras grandiosas que con los detalles, exigencias y los rigores del trabajo en todos sus niveles. El individuo que tuerce estos elementos básicos, que no respeta su partitura de actuación ni la de los demás, destruyendo su estructura mediante imposturas o reproducciones automáticas, es el que hace tambalear este indefinible motivo supremo de nuestra actividad en común. Y todo tipo de minucias del contexto por las que se pueden deducir cosas fundamentales, como por ejemplo el deber de anotar los elementos que van descubriéndose en el curso del trabajo. No podemos fiarnos de nuestra memoria a menos que sintamos que la espontaneidad de nuestro trabajo se ve amenazada, y aun entonces debemos llevar un registro parcial. Ésta es una regla básica, como la puntualidad estricta, la memorización cuidadosa del texto, etc. Cualquier forma de impostura en el trabajo es totalmente inaceptable. Suele suceder que un actor pase rápidamente una escena, la esboce apenas para verificar su organización y los elementos de la acción de sus compañeros. Pero hasta en ese caso debe seguir cuidadosamente las acciones, midiéndose frente a ellas para aprehender sus motivos. Ésta es la diferencia entre un bosquejo y una impostura.

Un actor debe estar siempre listo para unirse al acto creativo en el momento exacto determinado por el grupo. En este sentido su salud, su condición física y todos sus problemas privados dejan de concernirle a él solamente. Un acto creativo de gran calidad puede surgir únicamente si se nutre de organismos vivos. Tenemos por tanto que vigilar diariamente nuestros cuerpos a fin de estar siempre listos para llevar a efecto la tarea. No debemos dormir poco para divertirnos y llegar al trabajo cansados o después de una borrachera. No debemos ser incapaces de concentrarnos. Nuestra regla no exige la presencia obligada de alguien en el lugar de trabajo, sino su disposición física para crear.

De la “Declaración de Principios”

Jerzy Grotowski (1933 - 1999)

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